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Intolerancia a la lactosa ¿Una invención del siglo XXI?
Alimentación
De un día para otro o desde que nacemos. La intolerancia a la lactosa puede aparecer cuando menos te lo esperas e incluso puedes vivir con ella sin saberlo, aunque con numerosos síntomas que lo pronostican, como la constante hinchazón en el estómago, los incesantes cólicos, las diarreas, las malas digestiones o incluso los problemas cutáneos, la irritabilidad o el nerviosismo. Es por ello que, cuando es detectada y se dejan de ingerir los alimentos que contienen lactosa, ¡te cambia la vida!
Pero ¿qué es exactamente la lactosa y en qué alimentos la hallamos?
La lactosa es un azúcar que contienen las leches de los mamíferos (vaca, cabra, oveja…), pero que se puede encontrar en innumerables alimentos preparados. Para poder absorber este disacárido natural es vital la lactasa, una enzima sintetizada en el intestino delgado capaz de dividir la lactosa en sus dos componentes básicos: glucosa y galactosa. Si la lactasa no funciona correctamente o no se encuentra en los niveles necesarios, se complica la digestión de la lactosa.
Uno de los falsos mitos más extendidos sobre la intolerancia a la lactosa es creer que es una “invención médica actual”. ¡Todo lo contrario! Hay indicios de que ya en el Neolítico (8.000 A.C.) hubo casos de intolerancia a la lactosa, e incluso Hipócrates, considerado padre de la medicina y dietética moderna ya describió, en el año 400 A.C. una serie de síntomas intestinales en algunas personas después de consumir lácteos como leche y queso.
Lo que sucede es que, en la actualidad, nuestra dieta se basa en la ingesta de más alimentos que contienen lactosa. Porque muchos creen que evitando los lácteos (leche, yogures y quesos) ya está solucionado el problema, pero es increíble la cantidad de alimentos que contienen lactosa: pan, embutidos, salsas, aperitivos…
Las ventajas de vivir en la actualidad y no en el Neolítico es que ahora también hay numerosas alternativas para no renunciar al sabor, evitando la lactosa. Y es que, cada vez son más los platos preparados listos para calentar y comer elaborados sin lactosa, como los canelones de pavo sin lactosa de Maheso, con todo el sabor del queso emmental y la cremosidad de la bechamel; o las croquetas de cocido sin lactosa, con un rebozado muy crujiente y elaboradas con un jugoso relleno de carne de pollo, cerdo, vacuno y jamón serrano. Eso sí, con garantía de que ¡te sentarán de maravilla!
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